domingo, 30 de agosto de 2009

A Peñas Blancas

No han pasado muchos días hasta que nos hemos vuelto a enfundar las botas y nos hemos echado al monte pese al calor propio de la época. Esta vez nos hemos encaminado hacia el macizo de Peñas Blancas, en la zona oeste del municipio cartagenero. Peñas Blancas para mi era hasta hoy territorio virgen. Nunca había emprendido la ascensión hasta lo que es el techo de Cartagena, por lo tanto, la ruta requería un trabajo previo, con mapas y descripciones de la zona aunque luego a la postre esto no evitará que diéramos un paseo algo despistados por las zonas altas de la montaña.

Un domingo de agosto por estos pagos no era de esperar que encontráramos compañía en nuestro andurreo, y realmente así fue.

Inicio de la ruta

Después de dejar el coche junto al salón de celebraciones que encontramos en el Km. 8,5 de la carretera que une Cartagena y La Azohía, retrocedemos unos metros hasta encontrar un carril asfaltado junto a una explotación porcina abandonada que se dirige al NNW y señalizado, como aparece en la imagen, con el nombre del barranco por el que posteriormente realizaremos casi toda la ascensión.

La pista asfaltada comienza llaneando entre huertos de almendros y algunas casas aparentemente usadas como lugar de veraneo o estancias de fin de semana. Mención merece el aljibe que a pocos metros encontramos con un “moderno” sistema de recogida de aguas pluviales.

Rebasadas las construcciones, se va perdiendo el asfalto y el camino describe un amplio arco hacia el oeste encarando ya el barranco de La Víbora en suave ascensión.

La vegetación en esta torrida estación se encuentra quemada por el fuerte sol y se compone de huertos de almendros, esparto (muy abundante) rabogato, tomillo, romero y abundantes zarzas que dejarán sus marcas en nuestras piernas al menor descuido.

Esparto

Al poco de entrar en el barranco propiamente dicho encontramos esta senda a la izquierda, marcada por un grupo de piedras que será la que debemos seguir y que nos llevara a lo alto del collado.

La subida es continua, y cada vez que volvamos la vista atrás, veremos una más amplia perspectiva del valle.

En esta imagen se observa el origen minero del sendero empleado por hombres y caballerías para el trasiego de personas y mercancías. Apréciese la mano del hombre en la construcción del camino.

En un último esfuerzo superamos las rampas finales y vamos sintiendo en el rostro la fresca brisa que atraviesa el collado procedente de las cumbres conforme alcanzamos la zona mas alta del barranco de la víbora que nos disponemos a abandonar.

Una vez superada la pendiente, nos encontramos en un lugar impresionante. A nuestra espalda el barranco superado.

Al frente los restos abandonados de la mina de Colón, vieja explotación de hierro de las que encontraremos varias en la ladera sur de Peñas Blancas, siendo esta de las mas espectaculares por la grandeza de las simas artificiales. Es en estos parajes desolados en donde no podemos dejar de recordar, tratando de imaginar como era la vida de los hombres que horadaron aquí la montaña. Hombres que diariamente y por míseros salarios hacían penosamente el camino que nosotros acabamos de culminar por placer con el único objetivo de alcanzar el tajo. Hombres de La Azohía, de Perín, de Tallante y de tantos caseríos de la comarca.

Mina de Colón

Mina de Colón

Por nuestra izquierda el sendero que vadeando la montaña parte buscando otras explotaciones y finalmente descenderá en pos del collado de Mazarrón en la carretera que une Cartagena con La Azohía.

Finalmente a la derecha y marcado con un hito de piedras que los montañeros espontáneamente forman para orientar al que vendrá, parte el camino ascendente que nos llevará a las ansiadas cumbres del municipio de Cartagena.

Son ya muy escasos los minutos que nos separan de nuestro objetivo, pronto empezamos a divisar el refugio vivac situado en la planicie o calar que conforma la cumbre del monte. Desde ahí y en dirección norte, a escasos 100 m. el vértice geodésico a 624 m. de altitud y la impresionante cara norte con sus caídas verticales de mas de 100 metros.

Es finalmente el momento de disfrutar del aire fresco, la soledad, las vistas, los impresionantes cortados…

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